lunes, 3 de noviembre de 2008

Intentos frustrados...

Como le odio... no es tan sólo la coincidencia del nombre, pero es inevitable para mi odiarle por tal... quizás la exageración no haga honor a la idea esporádica de no dejar mi mente tranquila... todo es inciertamente seguro. ¡Si bien sabemos que tenemos el mundo a nuestros pies, luego nos damos cuenta que lo tenemos mucho más lejano de nuestras manos! ¡De nuestra cabeza!
Y no cabe, entonces, preguntarse la increible inseguridad que se puede sentir con un maldito cilindro de tabaco en la mano, un poco de cuánto humo y escuchando un maldito disco de Pink Floyd, sin tener señales de vida y queriendo tener algo más que un contacto físico, sin contar que el pasearse por la mente todo el rato, ya tiene con los nervios de punta a cualquiera que no sea aquél ser... ¡como no! ¡si es casi imposible iamginarse a uno teniendo algun tipo de encuentro con uno mismo! No es más que la política burda de asegurarse consigo mismo un próspero futuro al lado de quien se ve en la justa obligación de llamarle con el mismo nombre.


No recordaba cuánto odiaba a Pink Floyd... Gosh... Si tan sólo pudiera patearle el cráneo, sacarle de mi cabeza y esquivarle mientras se contienen los deseos inevitables de golpearle aún más duro... ¡podría estar tan tranquila como estuve aquél bendito sábado en la noche!

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